BERTUCHI - EAG

Proyecto de Innovación Educativa Bertuchi y la EAG




Exposición Bertuchi y la EAG
Vídeo realizado por alumnado de segundo curso del Ciclo Superior de Fotografía Artística de la EAG





Mariano Bertuchi © Sucesión Mariano Bertuchi


1956 Placa Conmemorativa en la casa natal  de Mariano Bertuchi © Sucesión Mariano Bertuchi



Proyecto Bertuchi y la EAG

Mariano Bertuchi Nieto (Granada 1884 - Tetuán 1955), un artista que traspasó ampliamente las fronteras de su ciudad natal, fue alumno de la Escuela de Bellas Artes de Granada, institución que constituye lo que posteriormente se denominaría Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, actual Escuela de Arte de Granada (EAG).

En 1956 la Escuela de Artes y Oficios Artísticos y el Ayuntamiento de Granada rindieron un homenaje a la Memoria de Mariano Bertuchi Nieto, descubriendo una placa en su casa natal. El proyecto Bertuchi y la EAG reconoce nuevamente la figura y la obra de uno de sus alumnos más célebres en un trabajo en el que ha participado alumnado y profesorado de la Escuela de Arte de Granada. 


Bertuchi, siempre la luz 

Mariano Bertuchi nació en 1884 en el Realejo, un barrio que en su origen fue arrabal islámico y judío de la Granada musulmana. Allí había vivido Mariano Fortuny, que descubrió a la luz de la ciudad de la Alhambra la imagen que tanto admiraba de Marruecos, como años más tarde Bertuchi acabaría fascinado por la luminosidad del norte de África, que le devolvía a la memoria la luz y la cultura de su ciudad natal.

Bertuchi se formó muy joven como pintor, siendo en principio sus temas más frecuentes los relacionados con la historia y el legado de la Granada Nazarí. Y muy joven también, en 1898, realiza su primer viaje a Marruecos, que le provocó una atracción plasmada en sucesivos viajes y en un acercamiento progresivo que pasa por Málaga, San Roque y Ceuta, para asentarse definitivamente en Tetuán hasta su muerte en 1955. Una vida que es una progresiva integración en el mundo marroquí, un proceso sin solución de continuidad entre las ciudades hermanas de Granada y Tetuán.

En este proceso, su visión de Marruecos dejó de ser un lejano sueño romántico para convertirse en un profundo compromiso de quien convive con una cultura que en el fondo es la suya propia, la misma que históricamente fue la de Granada. Una visión que lleva a sus pinturas con una luz diáfana e intensa, con la que crea una imagen llamativa y colorista, pero al mismo tiempo directa y veraz. Una visión del paisaje marroquí humanizado, donde lo natural y lo cultural se funden en una realidad indisoluble, bajo la luz del cielo protector del Mediterráneo.

Esta imagen verdadera de Marruecos ya no es consecuencia de una estética romántica, sino al contrario, del pensamiento positivista que sustenta una concepción realista del arte que desemboca en el Impresionismo. Si desde el punto de vista del contenido la obra de Bertuchi es heredera de la cultura mediterránea de uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, su forma es deudora de la pintura impresionista.

Una pintura objetiva, relacionada con la fotografía, construida con frecuencia al aire libre, con una pincelada suelta, individualizada y perfectamente definida, y, sobre todo, con el protagonismo de la luz que incidiendo sobre el paisaje permite que a través de nuestra percepción visual podamos comprender las formas y los colores, son rasgos indiscutibles del Impresionismo y de su influencia.

La exposición “Bertuchi y la EAG”, concebida como homenaje al que ha sido uno de sus alumnos más ilustres, tiene dos focos de interés. Por una parte la obra gráfica de Bertuchi, la que está más cerca de las actividades formativas de esta institución dedicada a la enseñanza artística: carteles, ilustraciones, viñetas, sellos, tarjetas postales, etc., en definitiva: dibujo y diseño gráfico.

Una importante faceta artística de Bertuchi, la gráfica, donde la luz sigue siendo esencial, si bien parece más sólida y recortada, como para adaptarse mejor a los soportes de unas formas que se reproducen mediante la imprenta. Un arte difundido a través de la edición que en su origen latino significa sacar afuera, dar a luz. Se tratan en ocasiones de viñetas que frecuentemente se definen como el negativo de la luz, a base de sombras, de manchas de tinta impresa. En otros casos nos encontramos con imágenes que forman parte de libros o publicaciones periódicas, con ilustraciones en su sentido más clásico, con toda la carga semántica que tiene la palabra ilustración: ilustrar, iluminar, en definitiva, proporcionar luz.

El segundo foco de interés de la exposición lo constituyen un conjunto de obras realizadas por los alumnos de la Escuela de Arte de Granada en muy diferentes especialidades: escultura, dibujo, grabado, esmalte, cerámica, diseño de modas, joyería, etc. Estas obras, junto a otras de Bertuchi, se muestran en un lugar especialmente oportuno para el significado de la exposición, la sala Ibn al-Jatib del Pabellón al-Andalus y la Ciencia, del Parque de las Ciencias de Granada. Tienen su origen en un proyecto interdisciplinar de investigación e innovación educativa. Su objetivo no es otro que el de considerar el legado artístico de Bertuchi como referencia para una creación artística contemporánea, donde el concepto cultural y formal de la luz emerge también como protagonista. Es de nuevo la luz que hermana Marruecos con Granada, la luz que es símbolo de idea, de creación y de inspiración.

Esa luz que personifica Bertuchi, que fue la de su Andalucía y su Magreb, la de sus pinturas y sus obras gráficas, es también ahora la luz de su homenaje. Bertuchi, siempre la luz.
Fue a nacer en la calle Escutia, nº 3, el 6 de febrero de 1884 a las dos de la madrugada, y recibió el bautismo en la parroquia de Sta. Escolástica el 11 del mismo mes con los nombres de Mariano Doroteo José de la Santísima Trinidad.

A tan temprana edad dio muestras de talento artístico que a los ocho años empezó los estudios artísticos en Málaga para continuar en Granada donde recibió clase en el estudio de Larrocha y a los diez años estaba matriculado en la Escuela de Bellas Artes:
  • 1894 - 1895: Antiguo y Ropajes: Aprobado en Cabezas.
  • 1896 - 1897: Modelado y Vaciado de Adorno: premio (mayo) y mención honorífica (fin de curso).
  • 1897 - 1898: Antiguo y Ropajes: premio en Figuras.
Llevado por su afán de aprender convenció a su padre para que lo dejase marchar a Tánger (Marruecos) con Aníbal Rinaldi, y así entró en contacto con una tierra y un paisaje que será continua fuente de inspiración en su vida.

Fuente:
Junto a Tapiró, el otro gran pintor de Marruecos fue el granadino Mariano Bertuchi Nieto (1884-1955). Curiosamente, por azar del destino, este toma el relevo de aquel, pues cuando Bertuchi se establece en Tetuán, en torno a 1915, está casualmente reemplazando a Tapiró como pintor de Marruecos, que había fallecido en Tánger en 1913. Bertuchi, al igual que Tapiró, tras un primer viaje a Marruecos a los catorce años, quedó totalmente entusiasmado y ganado por el mundo marroquí, como un escenario apasionante para su pintura. Y, a partir de aquí, a él se dedicó. Primeramente en España, cultivando en su juventud los asuntos orientales de inspiración marroquí y, luego, en su madurez, yéndose a vivir a Marruecos, a Tetuán, ciudad en la que permaneció hasta su muerte.

Fue inspector jefe de los servicios de Bellas Artes en el Protectorado, creando diversas escuelas de arte, como la Escuela de Bellas Artes de Tetuán, de la que fue profesor; la Escuela de Artes y Oficios Marroquíes de esa misma ciudad, de la que fue director; la de Artes Indígenas de Tagsut; o la de Alfombras de Xauen, entre otras; además fue también creador y director del Museo de Tetuán; contribuyendo así a la defensa y conservación del arte y la artesanía tradicionales marroquíes. Otra faceta importante de su quehacer oficial artístico en el Protectorado estuvo dedicada al urbanismo y a la restauración de edificios, siempre mostrando gran respeto hacia el entorno estético tradicional tetuaní, procurando su preservación.

Bertuchi, con sus paisajes urbanos y campestres del Marruecos colonial español, plagados de esas escenas callejeras, de aglomeraciones humanas, mostrándonos el espectáculo del discurrir de la vida cotidiana, o con sus representaciones festivas de la carrera de la pólvora, o el espectáculo oficial del séquito del jalifa en las calles, o las harcas desfilando ante el comisario general de Marruecos, etc., nos ofrece una secuencia espléndidamente realista y bella de la vida cotidiana marroquí durante el Protectorado. Es, precisamente, su permanente estancia en Marruecos y su diario contacto con la vida cotidiana de sus habitantes lo que lo llevó a reflejar una realidad tan directa de ese mundo y de sus gentes, dando así fin a las fantasías orientalistas de herencia romántica con las que, tradicionalmente, era visto. Su pintura desmitifica completamente las narraciones exóticas o las fantasías orientales románticas, destruyendo, además, atávicos prejuicios. Esa familiaridad con la realidad marroquí, con su vida diaria, lo lleva a realizar una obra tan próxima a dicha realidad y tan abundante que puede considerarse un auténtico testimonio del habitual quehacer popular y oficial de nuestro antiguo Protectorado. Sus moros no infunden ni rechazo ni recelo, sino que son gente común, con sus tareas e inquietudes habituales, como las gentes de cualquier otro pueblo. Bertuchi es, por tanto, el pintor de la vida cotidiana del Marruecos colonial español, plasmando ese discurrir vital que desfila ante sus ojos, sin ningún prurito de exotismo o interés etnográfico, sino como la cosa más normal del mundo: un pueblo que vive su vida como todos los demás. 

Fuente:
Enrique Arias Anglés. El Protectorado español en Marruecos: la historia trascendida. IBERDROLA.




Para saber más sobre Mariano Bertuchi:

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